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Ante un futuro cada vez más seco, China está optando por una estrategia radical: cultivar arroz en el desierto

Sus científicos han logrado las primeras cosechas en invernaderos situados en la región de Xinjiang

Carlos Prego

Los frondosos paisajes de los arrozales chinos podrían cambiar en no mucho tiempo. Con la seguridad alimentaria elevada a la categoría de “máxima prioridad nacional” para el Gobierno de Xi Jinping y en plena lucha contra la desertización, la Academia China de Ciencias Agrícolas (CAAS) acaba de lograr un éxito crucial: cultivar arroz en el desierto. Y lo ha hecho además con resultados sorprendentes que le han permitido recortar a casi la mitad el ciclo de crecimiento del grano y cosecharlo en solo dos meses con unos costes muy inferiores a los de Europa.

En la CAAS exploran también cómo mejorar las producciones de soja, maíz, alfalfa, algodón o colza en el desierto, entre otros cultivos, con ayuda de invernaderos.

Arrozales en el desierto. No importa que hablemos de China, Vietnam o la Albufera de Valencia. Cuando pensamos en cultivo de arroz lo primero que se nos viene a la cabeza son vastas extensiones de arrozales verdes, frondosos, húmedos. En China acaban de dar un paso crucial para dar cambiar esa imagen.

Un equipo de investigadores del Instituto de Agricultura Urbana (IUA), un organismo ligado a la CAAS, acaba de lograr una cosecha de arroz cultivado en pleno desierto. Su primer lote de grano lo han obtenido, para ser más precisos, en las áridas tierras de la región autónoma uygur de Xinjiang, al noroeste del país.

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La magia de los invernaderos. La cosecha se consiguió con ayuda de invernaderos dispuestos a lo largo de 10.000 acres, unas 4.000 hectáreas, en Hotan, al sur de Xinjiang. Allí —precisa la agencia oficial de noticias Xinhua— se desplegó una instalación de agricultura vertical que sustituye a los tradicionales cultivos de grano dispuestos en bancales. “El arroz se cultiva en estructuras de tres capas con un control ambiental preciso en invernaderos del desierto, en vez de con métodos convencionales”, comenta Tang Qichang, científico jefe del IUA.

Cultivos en tiempo récord. El experimento no es importante solo por lo que implica para el aprovechamiento agrícola de suelos que de otro modo resultarían estériles o la posibilidad de expandir los cultivos de arroz, tanto a lo largo del año como del país, valores todos reivindicadas por la prensa oficial china. Si la labor de IUA ha despertado tanto interés es porque sus cosechas en invernaderos prometen una eficiencia asombrosa. Tanto en lo que se refiere a tiempos como a costes.

Gracias a su método de capas y “control ambiental”, Yang asegura que han conseguido reducir “casi a la mitad” el ciclo de crecimiento y cosechar el arroz en “apenas dos meses”. Global Times precisa que desde la fase de siembra hasta que se retiraron los granos transcurrieron 75 días y que la tecnología empleada por el equipo chino reduce el ciclo de crecimiento alrededor de un 40% en comparación con los cultivos en campos tradicionales. En las principales zonas productoras de arroz del sur o noreste del país el proceso lleva de 120 a 150 días, aclara SCMP.

¿Obstáculo u oportunidad?. “El cultivo de las plántulas duró 15 días. En febrero las plantamos en los tanques de cultivo sin suelo. El ciclo completo de producción dura 60 días”, explica al diario chino Wang Sen, otro de los expertos del IUA y parte del equipo participó en la prueba de Xinjiang. En los invernaderos de Hotan apostaron por la tecnología de cultivo vertical, con iluminación LED y un sistema que controlaba la intensidad de la luz, temperatura, agua y fertilizantes.

Con todo y a pesar de las duras condiciones del desierto de Hotan, desde el IUA aseguran que su clima es más una oportunidad que un obstáculo gracias a las horas de sol y las marcadas diferencias térmicas entre los días y las noches.

“Al aprovechar las ventajas del clima desértico, como los recursos de luz y calor, el potencial de la agricultura protegida se vuelve cada vez más prometedor, allanando el camino para la producción sostenible de alimentos en Xinjiang”, añade a Xinhua Shi Dawei, investigador de la IUA. Otra de las claves que apuntan desde el instituto chino es el uso de “tecnologías energéticamente eficientes”, lo que les habría permitido recortar de forma “significativa” sus costes de funcionamiento.

Poco tiempo… ¿Poco dinero? “Actualmente el coste de construcción de los invernaderos desérticos de bajo consumo es de 350 yuanes, unos 48,2 dólares, por metro cuadrado, alrededor de un tercio del de los invernaderos holandeses”, anota Yang: “Mientras tanto, su coste de funcionamiento es aproximadamente el 25% del de los invernaderos holandeses”. El experto cree que con ayuda de las renovables, la automatización y la IA, sus costes, incluido el de explotación, podría reducirse todavía más. “Los invernaderos serán muy competitivos a escala internacional”.

Más allá del arroz. Los expertos no solo han trabajado en formas de acelerar y expandir la productividad de los arrozales. La CAAS ha explorado también formas de mejorar los cultivos de soja, maíz, trigo o algodón en invernaderos. Su empeño llega en un contexto muy concreto y con dos grandes desafíos en el horizonte.

El primero el deseo de las autoridades chinas por garantizar la seguridad alimentaria del país, objetivo que han elevado a la categoría de “máxima prioridad nacional” y para el que ya intenta cultivar en suelos áridos o sin uso. El segundo es el desafío de la desertización del país, lo que ya ha llevado también al Gobierno a tomar medidas para frenar el avance de las dunas y tormentas de arena.

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